Internacional

Una colaboración forzosa ata a China y Estados Unidos.

Para el visitante ocasional de Washington, el cambio de actitud de Estados Unidos hacia China es sorprendente.

A principios de este siglo, las empresas estadunidenses se volcaron en China tras la adhesión del país a la Organización Mundial del Comercio (OMC) y fueron uno de los grupos de cabildeo más ruidosos de Pekín en Washington, pero el asombroso ascenso económico de China, sus tan pregonadas ambiciones de alcanzar la supremacía tecnológica mundial y el bandazo del presidente Xi Jinping hacia un nacionalismo más asertivo echaron por tierra ese consenso de la capital de EU. En la actualidad, el estado de seguridad de la nación norteamericana reafirma su prioridad sobre las fuerzas del mercado.

Por el momento, Washington se esfuerza por resistir la idea de que se sumergió en una guerra fría con China, pero de lo que se habló en la ciudad la semana pasada fue de una. La medida adoptada por la administración estadunidense el 7 de octubre de imponer amplios controles a la exportación de semiconductores avanzados a China sin duda hace que el dial gire hacia la confrontación. Pone de manifiesto la seriedad con la que Estados Unidos quiere frenar el surgimiento de la nación asiática como superpotencia tecnológica. Además plantea grandes e imprevisibles cuestiones sobre el propio sector tecnológico estadunidense, que los inversionistas se esfuerzan por procesar.

Los políticos de línea dura de Washington se animaron por el éxito que lograron a la hora de frenar las ambiciones de China de dominar la infraestructura mundial de telecomunicaciones 5G mediante la inclusión en la lista negra de su campeón nacional, Huawei. “No nos va a pasar lo del 5G de nuevo”, promete un ex funcionario del gobierno estadunidense.

Las últimas medidas drásticas contra China muestran una intención similar en los campos de la supercomputación y la inteligencia artificial. “Esto es un estrangulamiento con la intención de matar” las ambiciones de China en materia de inteligencia artificial, afirma Greg Allen, miembro del Center for Strategic and International Studies (Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales) y ex funcionario del Pentágono.

China puede ser muy vulnerable a la presión sobre los semiconductores de vanguardia, pero algunos estrategas estadunidenses creen que la administración irá aún más lejos. “Espero que se tomen más medidas, como la del 7 de octubre, en otros ámbitos, como la ciencia de la información cuántica, la biotecnología e incluso la inteligencia artificial”, indicó Martijn Rasser, investigador principal del centro de expertos Center for a New American Security.

Aunque el duro enfoque de Washington seguro sacude a Pekín, también inquieta a algunas de las propias empresas de Estados Unidos que hicieron fuertes apuestas por China. Varias compañías norteamericanas de tecnología, como AMD, Nvidia e Intel, perderán valiosos, aunque relativamente pequeños, mercados de exportación en China. Y las restricciones de la capital estadunidense pueden tener más efectos dominó: los fabricantes extranjeros pueden eliminar componentes de EU de sus productos para eludir la prohibición de Washington y seguir vendiendo a China.

La reciente avalancha de subsidios del gobierno en el sector de los semiconductores, a medida que Estados Unidos y la Unión Europea tratan de deslocalizar (regresar a sus países) la producción de chips, también puede exacerbar las oscilaciones cíclicas de la industria, lo que erosiona la rentabilidad. Y la agresión de la Unión Americana está destinada a acelerar las ambiciones de China de desarrollar su propia industria de semiconductores por todos los medios posibles, lo que ha contribuido a crear un formidable competidor futuro en microprocesadores básicos. Incluso puede incitar a China a tomar represalias. Pekín tiene un control absoluto sobre los suministros de tierras raras, vitales para todos los dispositivos eléctricos. Y en un futuro previsible, Estados Unidos seguirá dependiendo de manera crítica de Taiwán para su suministro de chips avanzados, lo que hace que la isla sea vulnerable a la intimidación o el bloqueo de la nación asiática, incluso sin llegar a la invasión.

Pero lo que sigue llamando la atención en la relación entre Estados Unidos y China es el grado de su interdependencia económica. En 2021, EU seguía importando más bienes de Pekín que cualquier otro país y exportaba más bienes a dicha nación que cualquier otra, con excepción de Canadá y México.

Si el cálculo nuclear de la Guerra Fría 1.0 entre Estados Unidos y la Unión Soviética era de destrucción mutua asegurada, el telón de fondo económico de cualquier guerra fría 2.0 entre EU y China sigue siendo de cooperación mutua asegurada.

La compañía que más ejemplifica el delicado caminar por la cuerda floja entre ambos países es Apple, asegura Richard Kramer, analista senior de Arete Research. “Washington no está en una posición para decirle a la empresa más valiosa del mercado de valores estadunidense, con 18 por ciento de sus ventas y la mayoría de sus dependencias de la cadena de suministro en China, que cierre sus operaciones en este país”, dice Kramer. “Pekín tampoco va a ver que los 74 mil millones de dólares de ventas de Apple en China se detengan sin más, y decirle al pueblo chino que sus iPhones serán los últimos que compre”, añadió el especialista.

Históricamente, los impulsos nacionalistas han tenido la desagradable costumbre de desbaratar la racionalidad económica; sin embargo, por el momento, al menos, Estados Unidos y China están condenados por sus consumidores a colaborar tanto como a competir. Si eso cambiara de manera drástica, Apple estaría, sin duda, entre los primeros en saberlo.

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